Suena música de fondo y voy paseando entre la multitud. Me siento bien. En pleno noviembre y como es natural ya ha oscurecido a pesar de ser solo las siete. Aún me cuesta acostumbrarme a que el día sea tan corto, a pesar de ello me encanta, las luces de las farolas y su reflejo en el suelo húmedo por la lluvia.
Camino sola y eso es lo que me llena de paz, sentirme independiente del mundo, ser una más entre tantos. Disfruto viendo como pasa un hombre oriental, bajito, refugiándose de la lluvia con el paraguas cerrado, o observando a una señora mayor, con el alma de una niña, bailando con un hombre desconocido entre la multitud que escucha uno grupo de músicos, llamado Barrio Candela, que cada día toca en Pl.Catalunya. Me gusta sorprenderme con la calidad de algunos cantautores que puedes encontrar por la calle, no puedo evitar parar y comprar uno de los CD’s de Aaron Lordson, que después descubro que ya tiene su fama, y no me extraña.
Me gusta bajar por las ramblas y adentrarme en la boquearía, hacer unas cuantas fotos y babear por la montaña de dulces que tengo enfrente, resisto la tentación y sigo bajando las ramblas. Me paro en una de las miles floristerías y compró el típico ramito de flores de mentira que venden por solo un euro, y que recuerdo de cuando era pequeña, ¡me encantaban!
Entro en una calle por la cual aún no había pasado nunca, sin quererlo llego a la plaza del ayuntamiento, sigo caminando hasta llegar a Pl.Catalunya dónde me encuentro con un percusionista que toca con materiales de obra, y lo hace muy bien.
Ya se ha hecho tarde y me toca volver a casa.
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